Claudio Agostini

Lo bueno, lo malo y lo feo del Impuesto al Ingreso en Chile

Desde que el gobierno anunció una reforma tributaria para este año se han multiplicado tanto las críticas al actual sistema tributario...

Por: Claudio Agostini | Publicado: Jueves 5 de abril de 2012 a las 05:00 hrs.
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Desde que el gobierno anunció una reforma tributaria para este año se han multiplicado tanto las críticas al actual sistema tributario, en especial al impuesto al ingreso, como las propuestas para reformarlo. Las discusiones tributarias son complicadas y requieren tiempo para que sean exitosas. En ese recorrido me parece importante rescatar algunos principios orientadores de política tributaria que pueden ayudar a juzgar el actual sistema y dar luces respecto a cómo mejorarlo.

Los impuestos tienen por objetivo principal recaudar lo necesario para financiar el gasto público. Adicionalmente, se deben utilizar para eliminar externalidades negativas y si hay preferencias por equidad se deben utilizar también para redistribuir el ingreso. Para cumplir con estos objetivos el sistema tributario debe idealmente minimizar las distorsiones que generan los impuestos y también minimizar los costos de administrar, fiscalizar y cumplir con el sistema. En pocas palabras, un buen sistema tributario debe ser simple, justo y eficiente. A la luz de estos criterios, el sistema tributario chileno tiene al menos dos grandes virtudes que hay que preservar y que, de hecho, varios países desarrollados quisieran tener. La primera es la indexación del sistema, ya que la interacción entre inflación e impuestos genera distorsiones grandes en magnitud. La segunda es la integración entre el impuesto a las empresas y el impuesto a las personas. Los impuestos que se retienen en la fuente bajan los costos de administración y reducen la evasión. El impuesto de primera categoría pagado por las empresas, con tasa única, funciona precisamente como retención del impuesto pagado por las personas, que son los contribuyentes finales.

Sin duda no todo es perfecto y por eso hay espacio para mejorar en forma importante el sistema tributario. Lo malo del impuesto al ingreso es que tiene cada mas exenciones, regímenes especiales y créditos tributarios con distintos propósitos. Muchos de ellos son bien intencionados, pero no tienen justificación económica. En la práctica generan una industria de elusión tributaria que produce grandes distorsiones en la asignación de recursos en la economía y además hacen que el sistema sea mucho más caro de administrar. La base del impuesto al ingreso debe ser lo más amplia posible y hemos caminado crecientemente en la dirección contraria.

Lo feo del impuesto al ingreso en Chile es sin duda es la gran inequidad horizontal que hoy tiene el sistema. Un sistema tributario justo y eficiente es uno donde personas que ganan lo mismo pagan lo mismo en impuestos, independiente de las distintas fuentes de sus ingresos y el sector económico donde se generan. Hoy en Chile los trabajadores dependientes pagan más impuestos que personas que tienen el mismo nivel de ingresos pero cuya fuente son dividendos, ganancias de capital o simplemente logran disfrazar sus ingresos laborales como ingresos de una empresa. Un impuesto al ingreso justo y eficiente debe incluir todas las fuentes de ingreso en su base y no generar distorsiones entre las distintas fuentes de ingreso. Eso permite evitar distorsiones en inversión, estructura organizacional y elección ocupacional de las personas. En particular, es importante en Chile tratar tributariamente las ganancias de capital y los dividendos igual que a cualquier otro ingreso. Eso va a generar ganancias de eficiencia importantes y es un avance en restaurar la equidad horizontal.

En general, la discusión sobre reforma tributaria se ha centrado en si hay que subir o no los impuestos y cuánto. En lo personal, me parece mucho más relevante concentrarnos en discutir sobre las exenciones tributarias que se deben eliminar y como ampliar la base de los impuestos. Aumentar la base del impuesto al ingreso lo hace más eficiente, más justo, reduce la elusión y la evasión y reduce costos de administración y cumplimiento. La prioridad es restaurar la equidad tributaria horizontal perdida, que hoy es la cara fea del impuesto al ingreso.

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